jueves, 1 de septiembre de 2011

Los tres mosqueteros

Para Willy y Juan A. y toda esa familia que quise tanto.
Tenía tiempo madurándolo y finalmente lo hice. Le metí mano al estudio que ya era como decir “el cuarto de las papas”. Papeles por archivar, recortes de mis páginas de fotos, “files”, libros por colocar en el librero, una barahúnda donde solo yo logro encontrar algo. Me conquisté un tremendo dolor de espalda y un regalo para la memoria. Estos éramos nosotros, los tres mosqueteros de la casa del río.

A la izq. Juan A., a la derecha Willy y yo en el medio.

Ellos todos eran cuatro pero Willy, con sus hoyitos perennes al sonreír y sus ojos chinos, Juan Antonio, siempre feliz y dispuesto, y yo teníamos la misma edad. Íbamos y veníamos juntos de la escuela, donde la abuela de ellos, la abuela Evelia, trabajaba en la cocina y nos conseguía leche tibia para que comiéramos mejor. La familia había venido del oriente de la isla y aun se les notaba en el cantaito al hablar. Vivían en los antiguos cuartones de empleados en la parte baja de la explanada de la propiedad pero que luego la Revolución repartió y ya no era nuestra. Nuestro edificio de propiedad horizontal tenía tres pisos. Vivíamos en el primero encima de los garajes y de los sótanos donde coexistía Elizardo el encargado que ya no lo era más pues “la Revolución” eliminó esos “trabajos de criados” pero que no tenía otro refugio y se quedó viviendo de la caridad de los inquilinos.
Nuestro primer piso era muy alto. Se asomaba, a través de ventanales circulares inmensos que imitaban la forma de la proa de un barco, justo a la rivera del río, montado encima de lo que llamábamos “el precipicio”, a donde teníamos prohibido ir. El tal “precipicio” era solo un poco de roca alta donde se insertaba una escalinata de piedras que llevaba hasta la orilla del río, con un descanso a mitad de camino donde estaba la piscina con su bar, que poco a poco se fue cubriendo de herrumbre, enredaderas, moho y nido de animales, ya que mantener aquello en uso era “rezago del pasado”, “actitud burguesa” a la cual ya no nos ataba nada.
Todo esto era terreno libre de aquellos tres mosqueteros a los que en muchas ocasiones les faltaba un integrante. Yo los miraba correr y jugar desde el balcón lateral que daba a la explanada bajo la vigilia de mami por las persianas de la cocina. Mi abuelo, con sus hierros a cuestas y celado en su sillón de paralítico, me veía y me decía “vete niña vete a jugar con esos dos, no le hagas caso a esta vieja loca que te quiere tener encerrada como a mí”. El día que me dejaban bajar salía yo como bola por tronera escaleras abajo gritando ¿“Willy, Willy, Juan Antonio donde están?” mientras mami increpaba “no te vayas a subir a las matas, no bajen al río, no se asomen a...”pero ya andábamos los tres como locos de contentos ingeniando el próximo episodio que casi siempre incluía alguna fechoría para mí.
Siete años los habitantes de aquellos cuartones fueron nuestra familia. Los quise tanto que cuando tuve que salir de allí con mi velocípedo rojo a rastras se me descolgó algo tan adentro que estuve días enrollada como un gusano en la cama de mi mami de donde solo me sacó la abuela Evelia que vino a visitarme varios días. Eran ellos los que nos ayudaban en los peores momentos de Picon cuando odiaba esa mitad de su cuerpo muerto y echaba espumas por la boca y cuidaban de mí los días que ellos estaban de hospital. Eran nuestra compañía diaria, nuestro intercambio de platos con dulces de leche y natillas, las sonrisas que nunca faltaban, los buenos días y las buenas noches.
Para los buenos y los malos ratos, para planear un juego, una inmediata aventura, la búsqueda de un nuevo escondite para lanzar flechas a nuestros leones imaginarios teníamos la piedra grandota a la entrada del camino al precipicio a donde yo bajaba temblando por el desafío. Allí nos sentábamos los tres bajo la sombra de los árboles, allí nos llevaban las meriendas y allí nos tomaron estas fotos.

Con ellos me partí la ceja deslizándome en el velocípedo escaleras abajo, con ellos me aterré a la orilla del río mientras Juan Antonio quedaba atrapado entre las hiedras medio ahogado y Willy trataba de sacarlo con un palo, a ellos los vi caer de las matas de mangos y romperse los huesos sin quejarse de dolor, con ellos aprendí a leer y escuché las primeras malas palabras. El tiempo nos dejó desperdigados. A Willy lo vi por última vez mientras yo trabaja en una de esas escuelas al campo, y él se afanaba cerca con un grupo de presos. Fueron días buenos, conversamos y recordamos las historias de la familia y la niñez. Ahí estaba por haber intentado salir ilegal del país, en una balsa. Luego supe que finalmente en el 1994 logró irse a la base de Guantánamo. Nunca más he oído de él. A Juan Antonio lo veía más a menudo ya que por esos azares de la vida dos veces estuvo de novio con dos amigas. Hace poco supe que  murió de cáncer de gargantay su recuerdo irrumpió otra vez con aquel mismo dolor del día de la partida de la casa del río. Y no supe que hacer.
Pero soy feliz cuando pienso que tuve estos amigos a mi lado y que nuestras caritas aquí valen más que toda esta parrafada.

20 comentarios:

  1. Fermina esta entrada vale por si sola un premio Nobel pues la utilización de las palabras es de lo mas literario y mejor. O un premio Pulitzer pues las fotografías son buenísimas. Sinceramente me ha gustado mucho. Ya se algo más de ti. Gracias

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  2. Fermina, eres muy intensa. Me encantó verte chica con cara de pícara. Te pareces mucho en esas fotos a una prima mía. Qué recuerdos. Debe haber sido un lugar muy apacible la orilla del Almendares. Yo la verdad que nunca lo recorrí mucho. Hicimos un picnic alguna vez ahí, en el 2000, con unas amigas para despedir el siglo.
    Relatas muy bien siempre (en estos días he leído muchas entradas tuyas anteriores) esa decadencia que fueron adquiriendo los espacios en la Habana, algo que a amí me llegó ya dado.Un abrazo Fermina. Muy lindo homenaje a los que realmente importan

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  3. Sennor Pp que clase de elogio....! Mil gracias, pero es asi a veces resulta que lo que te sale mejor escrito es aquello que es mas sincero, quiero decir, mas verdad, mas real, como las propias vivencias...pues muchas gracias...pero ya quisiera yo...!!!!!!
    saludos y gracias por visitarme

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  4. Charlene, has dicho lo mismo que dice mi marido.....!"Que intensidad caballero!!!!!!"
    Claro que en ti suena diferente....
    Solo despues de muchos annos , ya grande, comence a juntar recuerdos, a extrannar con mas conciencia todas esas cosas. Cuando me mude a la otra casa todo era porque aquel lugar era muy solitario y lejano para las luchas con mi abuelo invalido y recuerdo que sentia que era su culpa y se lo decia y luego lo abrazaba de remordimientos...el pobre siempre me estaba defendiendo...era un tipo muy serio que me daba mucha risa y queria que le comprara comida con el dinero del monopolio.
    Odiaba la pestilencia del Almendares, pero cuando me fui de alli me di cuenta de cuanto lo queria, y de lo bien que viviamos alli con mas naturaleza alrededor y menos ruidos de guaguas...
    Un abrazo

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  5. Preciosas las fotos y el recuerdo, Fermina. No hay nada como tener historia.

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  6. Fermina me he emocionado mucho al leer tus recuerdos. Dentro de un par de días sería el cumpleaños de mi mejor amiga. Los amigos de la infancia y la adolescencia son los mejores.
    Besos,

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  7. Me gusta mucho lo que escribes, así es, intenso, y con una carga de serana nostalgia que yo comparto.

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  8. un placer que hayas pasado por mi blog, siempre leo tus comentarios en el blog de belkys, no me habia dado la oportunidad de pasar a conocerte que bellas fotos, e historias los tres mosqueteros que lindo.
    saludos y un beso con cariño desde México

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  9. Tus parrafadas son de lo mejorcito que leo... y si una imagen vale más que mil palabras, las tuyas rompen este refrán.
    Navegar por tus recuerdos es como sumergirse por la enredadera del paso del tiempo. Es tan dulce como esas natillas y el dulce de leche... Me hiciste recordar también todos aquellos amigos que dejé y todo aquellos recuerdos.
    Besos, Fermina.

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  10. :)

    Coincido con La Zarzamora.
    Es un placer sumergirse en tus palabras.

    Besos.

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  11. Se me olvidó.
    Gracias por compartir esas fotos.

    Besos.

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  12. Tus recuerdos parecen mios, tus palabras tan ricas como pocas...hija mia que lenguaje tan sabroso tienes.
    Otra vez las lágrimas me saltan al leerte, tienes ese poder con mis sentimientos, el de tantas historias bonitas y tristes, que también me hacen recordar...lo que dejé.

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  13. Hola Guardarraya:
    Siempre un gusto tenerte por aqui.

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  14. Lola:
    Para mi lo peor ha sido no poder mantener el contacto con ellos. Mi mejor amiga se fue en 1980 y los "revolucionarios" nos cortaron las comunicaciones y luego perdi su rastro y eso siempre me ha dolido tanto.Tambien me acuerdo siempre de su cumpleannos.
    Un beso

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  15. H en NY:
    Gracias por pasar y por lo que dices.
    Saludos,

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  16. Eva:
    Gracias por todos esos elogios, sobre todo viniendo de ti que escribes tan bello...
    Si, han sido muchas cosas las que hemos dejado atras.
    Y las que nunca he dije, las que he empezado a decir ahora y que no se si diria yo misma y no Fermina....

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  17. Toro:
    Lo de las gracias por compartir las fotos me ha hecho muy bien, pues dos minutos despues de posteado me arrepenti, es la primera vez que publico asi una foto mia, pero es que estas me revolvieron los recuerdos y pense que al final estamos ya tan diferentes...pero creo que mas que eso fue como poner algo que es mas real, mas intimo. Espero no me de por sacar mas fotos.
    Saludos, y gracias por pasar por aca.

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  18. Ofelia:
    No quiero que salten las lagrimas. Pensemos que todo eso que dejamos fue buenisimo, fue lindo y que vendran muchas mas vivencias tan buenas y tan lindas
    Un beso

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  19. Marlen, que cara tienes enlas fotos!!!!, la misma de picara de los buenos tiempos, no te arrepientas de publicaralas....y ya ves no soy yo la unica que te califica de escritora...
    ya ves vine por aqui

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