lunes, 25 de enero de 2010

Las chicas del perpetuo desorden


Les quiero contar del Club del Libro y de las chicas del perpetuo desorden. Yo soy una de ellas. Así bautizó, nuestra pintora chilena, poseedora de todos los colores, al club del libro que hace reunir a chicas de espíritus empapados con aires del sur, el último viernes de cada mes. Allí, además de hablar, discutir, y opinar sobre un libro, nos mezclamos en un grato desbarajuste de opiniones diversas, chistes maliciosos y sagaces, interrupciones y risas, y sobre todo deleite. Todo esto a pesar en primer lugar, de los arrojos de la coordinadora del orden en oficio ese mes, que bien pudo haber recurrido a una sombrilla o un molinillo de café para dar razones de su autoridad (algunas han revelado reales muestras de estudio paciente con la utilización de técnicas socio sicológicas acerca de las reglas conversacionales) y a pesar, en segundo lugar y no menos meritorio del legado grandioso y denodado de nuestra antigua fundadora/organizadora y actual Doctora Honoris Causa del Club: Adrianita.
Somos el book club de las “Chicas del perpetuo desorden”. Ya no somos realmente tan chicas ni tampoco el productivo desorden es tan perpetuo. También hacemos distinción de algunas cosas sensatas y organizadas de las que nuestro buen nombre se nutre. La distribución de la faena para cada mes es voluntaria y creativa. Desde la primera reunión del año no solo votamos por los libros a leer, sino también dejamos arreglado donde serán las reuniones, quien traerá algo salado para compartir, algo dulce para disfrutar, quien proveerá la información acerca del libro y autor, y por supuesto quien será la heroína en la batalla de hacernos tomar turnos para hablar. Debo aclarar que tenemos momentos lúcidos, serios y emocionantes (los hemos tenido embarazosos también). La votación por los libros me encanta. Cada cual presenta como máximo dos libros, la propuesta debe estar escoltada por una corta reseña y posibles lugares de compra o ganga. El día de la reunión que da comienzo a nuestro casi año de lectura (ni jurídico ni fiscal, sino madre/esposa/conveniente) cada una de nosotras defiende su proposición y luego votamos. El orden de la lectura va con el número de votos, aunque a veces hay algunas permutas en dependencia de la cantidad de páginas o temática del libro.
Cuando yo me incorporé al club ya tenían casi dos años de fundado, hoy ya cumplió seis. Luego tuve que salirme un tiempo por razones de trabajo y pronto regresé. En el período que estuve fuera realmente me di cuenta de lo importante que eran para mí aquellas reuniones de los últimos viernes de cada mes, y de cómo extrañaba la sensación de beneficio en diferentes maneras que siempre me quedaba al salir, por esa búsqueda colectiva no solo sobre nuestra cultura sino también sobre la cultura universal, y de lo mucho que uno aprende y comienza a valorar la opinión de aquellas personas que por su experiencia o sus prácticas profesionales nos traen nuevas maneras de ver el mundo. Todo girando alrededor de un seductor motivo, leer un buen libro. Suele suceder que a veces no es tan bueno, pero de esas experiencias también salimos bien paradas.
Somos doce perpetuas desordenadas y la mayoría (yo incluida y en primer lugar) vivas vocingleras; y ese seductor motivo nos unió a muchas que no nos conocíamos antes del club, y les procuró a las que ya se conocían otro impulso para disfrutar el tiempo y la amistad, y nos da a todas en general una gran alegría el reunirnos ese día, comer juntas, contar sobre los últimos acontecimientos de los hijos y la escuela, los maridos, el trabajo, los viajes, el país, y las preocupaciones y las guerritas de cada día, además de vernos a través de nuestra diferente y única interpretación de lo que hemos leído. Venimos de lugares diferentes, tenemos estilos disímiles de vida, creencias, religiones y sensibilidades que varían, unas estamos más cerca, otras más distantes, algunas nos vemos solamente esos felices viernes, otras más a menudo. A veces nos ausentamos porque los turnos médicos, porque las escuelas de los muchachos, porque el trabajo y la vida nos obliga a ajustarnos, pero sabemos que ese fue un día que pudo haber sido mejor, en medio de los saludos alegres, las felicitaciones de cumpleaños, las risas alborotadas, la celebración de la comida y la siempre riquísima y apasionada charla sobre el libro leído.
Este próximo viernes ahí estaremos otra vez. Y después de algunas retiradas por el diciembre frio y festivo, estaremos de festejo con mucho por contar, discutir y detallar y auguro esplendorosas interrupciones sin hacer caso alguno de la pobre coordinadora del orden. Ya les contaré.

jueves, 21 de enero de 2010

La otra (II)


Tenía 3 años y arrastraba un banquito de madera hasta el patio y miraba al cielo pidiendo que la trajera de vuelta. Su hermano Pucho la miraba con el rabillo del ojo y a veces se le acercaba y se quedaba a su lado sin saber que decir. El era más pequeño y apenas percibía su ansiedad. La mayoría de las veces se daba la vuelta y encontraba siempre algo con que ponerse a jugar. Era difícil ver algo a través a de las tendederas atestadas de sábanas, ropa de hombre y enaguas infinitas como la neblina de algunas mañanas. Pero ella siempre lograba encontrar una abertura donde poner los ojos, y solicitar su pedido.
Su nombre era África y hacia honor a él como lo hace el fresco de la tarde a la sombra de un naranjo. Su rostro era afilado y suave, sus ojos tristes pero brillantes, y su pelo ensortijado y oscuro. Su tez lo suficientemente cobriza para que no fuera blanca pero lo sobradamente clara para no considerarse negra. Su boca ya revelaba el anticipo del humor que la convertiría en la substancia del júbilo, en la tonalidad refulgente del instante menos llevadero, donde quiera que estuviera, a donde quiera que fuera. Quien la conoció, y la acompañó en su niñez no lo hubiera avizorado.
Africa nació en 1913 en una ciudad donde el mar hurgaba respiros y destierros. Nació 20 días antes de que el presidente José Miguel Gómez, elegido democráticamente y quien fuera uno de los Generales ilustres del Ejercito Mambí, traspasara el mando de gobierno al también General del Ejército Mambí Aurelio Mario García Menocal. Nació el Día del Trabajo, y aunque su sangre no atesoraba la raíz mambisa que glorificaba a un hijo en esos años, también hizo honor a su aura voluntariosa y esforzada inclinando sus piernecitas sobre cualquier suelo de vecino, llevando mandados y lavando ropa, atendiendo a tíos y primos y manejando la casa que le abrió su corazón, único hogar que conoció y al que veneró siempre, como si fuera una madre pariendo el mundo.
Me contaba cosas que parecían increíbles. Me las contaba. Y amaba a sus tíos y primos con respeto y veía por los ojos de ellos casi con servilismo y veneración. Por eso nos inculcó, con su sapiencia de niña mayor, que la familia era un nudo sin derecho a zafarse, una maraña de deleites y audacia, porque sin familia la desolación se apoderaría de tu espíritu y el cansancio de tus piernas. No hubo nada en este mundo que la hiciera volver la hoja ni por un segundo. Enfrentó cualquier descalabro, escuchó los mayores improperios de aquellos a los que les entregaba sus días y sus manos, se plantó ante la desventura como un árbol de ceiba en espera de ritos y azotes. Trabajó como un hombre para sacar a su familia adelante cuando los hombres se entregaban a las ideas y las revoluciones, y enterró el dolor y la desesperación cuando le trajeron a su esposo convertido en una oruga espumeante y lo cuidó con la devoción de una amante. Y luego vine yo. Ahí mismito, en ese santiamén en que parecía que ya tenía suficiente. Y solo la vi sonreír, acariciar, emprender con apego las maniobras diarias de supervivencia para mí y para él, que gritaba desde su rincón abreviado y encogido, maldiciendo la inutilidad y la impotencia, la vi caminar como una modelo en pasarela entre sartenes y frijoles, acomodándonos la vida sin que notáramos un ápice de desaliento. La vi ser y envejecer, rodeada de tanta gente que la quería, acumulando fanáticos de las tardes en la puerta de la casa para escuchar ocurrencias y regodeos, los consejos y los próximos intentos de ajustar alguna cosa por el barrio. No la vi partir, y no sé si fue compasivo o desconsolado el acto de la ausencia. Ella aun no me deja saber, a pesar de sus visitas constantes. Genio y figura…

miércoles, 20 de enero de 2010

¿Hacer la guerrita a las libritas?


Ayer en la mañanita me fui al “gym”. Me levanté con la conciencia rota y obligándome a considerar mí autoestima deteriorada a ver si de esta manera me decidía, después de buen tiempo de distancia y rencor, a regresar al gimnasio. No surtió efecto el artilugio. Nada de eso. Tenía ganas de acostarme a dormir otra vez cuando terminara los trajines diarios del café, el desayuno, y la despedida en la puerta. Y regresé a la cama, me tiré de un lado, del otro, encendí el televisor, me puse la almohada en la cara, pero tampoco quedé sosegada y como un bombillo a punto de fundirse al que solo le distingues la última centellita parpadeante, me levanté y me alisté. Y me fui a la clase de “bodypump”. Allí tenemos un montón de “body-s”: bodybump, bodylive, bodycombat, etc. Lo que no tenemos algunas es el body propicio. Pero ahí estamos. Los motivos para que las mujeres vayamos al gimnasio son muchos. Aunque todas creemos que el motivo siempre es el mismo: el peso. Algunas vamos a perder unas libritas de más, aunque en ello se nos va la mitad de la vida, los salarios y el tiempo. Otras van a mantener el que tienen y mostrarlo con orgullo, que esas tampoco faltan, y eso la verdad, está muy bien y cada cual es libre de hacer lo que quiera. Algunas socializan un poco o mucho, crean sus grupos para ir al gimnasio en compañía, luego se toman un café o almuerzan quizás más calorías de las que perdieron. Una muchacha me dijo un día que iba por varias cosas juntas a la vez, mantener el peso, estar saludable, socializar y encontrar novio. Ella estaría muy feliz si los gimnasios aún fueran como en la antigua Grecia. La palabra gimnasio viene del griego gymnos que significa desnudez, y el vocablo gymnasium designaba el lugar para ir desnudos. También eran facilidades de entrenamiento y lugares donde se socializaba y se debatían ideas. Pero principalmente era donde hacían ejercicios físicos los jóvenes. Allí se competía desnudo para dar más realce a la figura humana (esta chica realizaría todos sus aspiraciones), porque allí la belleza era un atributo de los dioses, no como hoy en día que es prácticamente una propiedad no solo de los gimnasios sino también de cirujanos, estilistas, diseñadores y algunos degenerados. Además hay para todos los gustos, aquellas que gustan de los ejercicios en las máquinas, las clases grupales, ya sean los “body” de mi gimnasio o el yoga, o la zumba, o el spin. Y claro hay gimnasios, ya sabemos, que tienen otras opciones, piscinas, saunas, baños de vapor etc. Muy listos los dueños de los gimnasios, mientras más lujos mejor, y luego a ver cómo te zafas de las mensualidades, y eso lo digo con condición y naturaleza, nada de cuento, pues ya lo he vivido. En fin, que me espabilé, finalmente me decidí, fui, estuve allí una hora completa, la primera media más o menos activa, la segunda media hora a punto del desmayo, y cuando salí, llamé a mi amiga Charo para decirle que ella también necesitaba ir al gimnasio por su salud, y para acompañarme. Hoy me voy otra vez y con Charo. No sé si solo trato de hacerle una guerrita a las libritas extras o si trato de aliviar mi conciencia, o no hacerme jugo la cabeza pues aun tengo un contrato idiota de 3 años pagados, lo que sé que no se puede ir sin coraje, hay que ir a divertirse, a pasársela bien, y a mí, como apuntaría el Dr. Julio “me cuesta un huevo”. Me gustaría poder creer en lo que me decía mi abuela de que no estoy “gordita” sino “llenita”, “hermosa”, que ¿para qué quieres niña un culito de corazón?”. Les cuento que ahora me voy otra vez a hacer la guerrita. Para el día 1ro de Marzo quiero solo 10 libritas menos. ¿Qué les parece? Ya me enlisté una meta más para el 2010. Ya les contaré. ¿Y tú por  qué vas al gym?

lunes, 18 de enero de 2010

La otra (I)

Tendrías que haber sido inmortal para haberlo visto, pero ¿y por qué no lo fuiste? Cuando lo escucho, te escucho. El viejo disco de placa de Richard Clayderman regresa a mi memoria y asomas tu también, arrastrando tus pies hasta la terraza donde estoy sentada en un rincón de “ese piso tan frío”, mientras el viejo tocadiscos Phillips que persiste en sobrevivir a pesar de los pesares, nos permite escuchar la melodía de Para Elisa que siempre te hace venir y decirme “esa música es bella, ¿quién la toca?”. Me hablas un minuto, yo no respondo. Luego la Balada para Adeline te devuelve, y otra vez murmuras “chica que linda esa música, ¿quién la toca, ese mismo muchacho rubio?
Cuando lo escucho, te escucho. Lo veo sentado frente al piano mientras toca “Para Elisa” con la ayuda de su maestro y siento que te regresas desde la cocina y secándote las manos en el delantal vuelves a preguntarme una y otra vez “¿quién toca?”
Y reaparezco sentada en la terraza de la casa de la calle 15. Así bautizó Carmen la casa. La casa de la calle 15. Así comenzamos a nombrar a la locura que han sido aquellas paredes de piedra y piso de granito de negro, a las grandes ventanas que siempre me parecían espléndidas bocas abiertas, a aquellos cristales que aliviaban el silencio y traían las primeras manchitas de sol del domingo, al oscuro y generoso garaje, sitio de juegos y peleas, lleno de cajas y tarecos, al jardín y la mata de rosa que creció sobre el recuerdo del perro, al patio y el árbol de naranja agria, y a tu trajín enredado en la mañana con esa mezcla de olor a leche hirviendo y a café adulterado acabado de llegar a la bodega.
Cuando lo escucho te escucho. No interpreta “como los ángeles” ni sus manos corren con distinción sobre ese manto blanco y negro. Pero cuando toca Para Elisa, según él complaciéndome, te trae de vuelta. Y así tenemos un encuentro de fiesta como un suspiro largo sin ahogo, con tu mano junto a la mía, con tu mano sobre mi brazo, tu mano áspera, arrugada, con sus cayos y cisuras. Así era cuando me acariciabas sentada en el borde de la cama para despedirme antes de dormir aun teniendo yo 20 años, tus manos me tocaban y mi piel protestaba por tanta aspereza, luego del primer reflejo siempre eran lo que eternamente fueron, las manos más cálidas de mi mundo, las manos más buscadas en mis desesperos, las manos tuyas para todo y para lo inminente, porque si algo era invariablemente elemental para mi, era suponer tu eternidad, eso de morirse no iba contigo.
Tendrías que haber sido inmortal para haberlo visto, pero ¿y por qué no lo fuiste? Cuando lo escucho, te escucho.

viernes, 15 de enero de 2010

Un añito más...

Ayer celebramos un añito más. No tuve mucho tiempo de andar por aquí. Pero no quiero pasarlo por alto, y sin el permiso del destinatario lo que posiblemente me facture alguna contienda…les dejo esto, algo que le dediqué hace unos tres años un día como el de ayer, pero que aún nos gusta leer juntos. Para todos los que como nosotros coleccionan celebraciones únicas.

No se si te mereces un poema
O mejor dicho, no sé si te mereces que haga este ridículo de poner palabras
Y no mi voz
No dije ni predije ni auguré
Que sería perfecto
No sé si me devolvería sobre los pasos que no di
Si repetiría o cambaría
los recursos, las aguas que nos envolvieron, las razones, las caricias
Nunca trate de demostrar
Solo de hacer
Quizás no dije muchas cosas pero tú me escuchaste
Tú supiste
Tú has sabido dónde cómo cuándo
Yo soy esta que soy y te acompaña
Si mirando hacia atrás
Nos viene encima el recuento
Ese escoger que “un día más te vale”
Creo
Y fíjate que digo
Creo
Yo volvería a escogerte
Me quedaría contigo
Y otra vez
Contigo
No tuvimos muchas cosas
(digo esas cosas que se tienen y la memoria adueña)
Y hemos tenido tantas
(digo esas cosas que tenemos nosotros)
No compartimos el mar rozando las rodillas
Ni tenemos “nuestra canción”
Ni nuestro amor fue a primera vista ni el primero
Ni caminamos como los adolescentes
sin ver la gente ni el futuro
Ni rasgamos la corteza del árbol donde no había más que hormigas
escribiendo nuestros nombres
Pero hemos tenido tanto
Y hemos tenido el AMOR
Y nos ha levantado y tirado, y movido y derrumbado y deleitado
Y nos ha mirado de frente
Diciéndonos
“yo soy el muro, la piedra, el dolor”
Y nos hemos removido pedazo a pedazo sin angustias
La soledad y los miedos
La vergüenza y la piel
Y no cambio
Ni entrego
Ni acomodo nada
Esto que tengo que me diste
y que se nos descubrió cuando nos desnudamos
(esa primera vez tan revolucionariamente a la cubana)
Y ya te he dicho mucho
Si es que la palabra que no digo es lo que soy
Y si aun te pareciera que no te he dado más
Mi amor, hoy ya te lo estoy debiendo
Esta noche
La próxima
Las miles que se inclinarán
Para darnos la buena bienvenida
El pláceme riguroso de las manos y el sudor
Como solo nosotros sabemos
Agarrarnos a los sueños
Y darle la sacudida a la VIDA.

miércoles, 13 de enero de 2010

En Haití ...

Ayer le faltaban las imágenes a las noticias, hoy las imágenes superan toda referencia o crónica posible, superan todas las palabras. Los números aun no son definitivos, pero la fatalidad ya define esa tierra en numerosos años por venir. Desde la mesa donde está mi computadora y mientras escribo cualquier cosa trivial…ay amor mío que terriblemente absurdo es estar vivo… siento que no es posible acercarse más al dolor, la desesperación, la impotencia. Solo los que están allí del otro lado de mi pantalla le han dado forma y contenido a los mensajes. Cuando creas que la vida te ha causado un tropezón tras otro, que el dinero no alcanzó para todo lo que queríamos este mes, que los problemas con tu pareja llegaron a su término, que los muchachos están dando más guerra en estos días de locura adolescente, o todas esas cosas que nos estresan y nos hacen tomar unas tabletas de Advil, solo mírate al espejo y sonríe. Sonríe y disfruta tu día, pues tu rostro no tiene los colores del padecimiento, ni tu cuerpo lo cubre el polvo asfixiante del desastre, ni miras a tu lado y ves lo irremediable. Retribuye tu suerte, y haz todo lo que puedas para sosegar las lágrimas de los demás.

sábado, 9 de enero de 2010

La llegada del 2010

El 6 de Enero se celebró en la Habana el “Cabildo del día de Reyes” que según las noticias que he leído en internet, es una celebración tradicional habanera que rememora la fiesta ancestral de los esclavos africanos en los tiempos de la colonia. Que es una antigua ceremonia de los esclavos que bajo las formas sincréticas nacidas alababan sus credos y elegían sus reyes, es cierto. Pero lo que no recuerdo es que este desfile fuera una festividad tradicional habanera (al menos en los últimos 50 años), y que durante la procesión se incluyera el reparto de juguetes, zapatos y otras cosas a los niños. Toda mi infancia la viví en la Habana y no logro encontrar en mi memoria una celebración oficial del “Día de reyes”. Recuerdo evocaciones familiares sobre las navidades, la cena de noche buena, el arbolito que nunca más se colocó en la sala, y los ajustes necesarios que haría mi familia para la sí muy revolucionaria popular época de 6 días, por turnos, largas colas, y desesperación de los niños, del derecho a la compra de los juguetes “básico, no básico y dirigido” (que en otras palabras eran bueno, regular y malo) que “nos tocaban” por la libreta de racionamiento. La verdad es que nunca escuché que durante estos días, artistas plásticos, músicos, bailarines, entre otros se juntaran en una fiesta tradicional en las calles de la Habana para estas celebraciones, y mucho menos que autoridades nacionales, figuras extranjeras, y algunos otros repartieran juguetes, libretas, y zapatos. Quizás la memoria me falla. Pero bueno, si juntos en esta fiesta, en este carnaval santero, se reúnen, mientras gritan sus sueños y penas, entre bailes, música y colores, los que saben y los que no, los que creen y los que no, en fin, el pueblo, los niños, los jóvenes los viejos, pues bienvenida sea por este y muchos años mas.
Así recordé yo también que ya llevo viviendo unos cuanto días del 2010. Proponernos metas durante estos primeros días del año es lo más típico. También es típico que no nos acordemos de ellas ya en el mes de febrero, y mucho menos después, cuando caemos en cuenta que en vez de lograr nuestros objetivos nos hemos retrasado aun más. Todos sabemos cuáles son las metas más comunes: comenzar un estilo de vida más sano, intentar caminatas o ir al gimnasio, preocuparnos por comer saludable, perder peso, dejar de fumar, recomenzar los estudios, encontrar una manera de aumentar los ingresos, encontrar el príncipe, o la princesa azul. Metas diversas, objetivas, extremas, enérgicas, de corto o largo plazo, quiméricas o alcanzables, etc.
Una pieza es proponerse estas metas y otra es arrancar de una vez en la consecución del objetivo. Una cosa son las propuestas y otra los deseos. Todavía hoy no tengo muy concientizado el tema en el aspecto personal. Aun ando media vaga en el asunto, sobre todo porque para ello necesito valorar facultades físicas, mentales, tiempo disponible, gastos y demanda familiar. Todas las grandes cosas relacionadas con la familia, el trabajo, la económica de casa y los demás aspectos sociales están ahí siempre sin que tenga que pasar lista. Por lo pronto tengo algunas pendientes y voy a proponerme pequeñas cositas para ver si con ellas logro algo más grandecito. Me propongo comenzar a leer el libro que nos toca este mes para nuestra discusión en el bookclub: “Agua para elefantes”. Como ven ahí ya voy atrasada por andar leyendo lo que no estaba escogido.
Me propongo recoger menos regueros en casa, disminuir el tiempo de preparación de comidas, dejar los pelos del perro en el sofá sin sufrir más de lo necesario, y no molestarme porque mi hijo no me responde todas y cada una de las preguntas que le hago desde que regresa de la escuela. Es decir, respetar un poco más el espacio y privacidad de los otros: no tocar sus pertenencias dejándolas tiradas donde están, complacerlos en salir a comer fuera de casa porque no hay nada “hecho”, dejarlos revolcarse en el sofá y que se les llene la ropa de pelos en las mañanas, no acosar al niño, porque ya no es un niño, con preguntas cuyas respuestas me darán mas ocupaciones.
Vamos que respeto todas las grandes cosas que todo el mundo se propone cada año y creo que verdaderamente hay que soñar en grande para llegar hasta allí…allí. Pero yo todavía ni siquiera me doy cuenta que estamos en otro nuevo año, y ya vamos por nueve días…Así que por ahora esas son mis pequeñas metas, quizás más adelante comience a hacer una nueva lista.
Espero que las de todos ustedes también sean serias, prácticas y alcanzables. ¡Feliz 2010!

jueves, 7 de enero de 2010

Este blog...

Este blog es para mí, y para ti. Para la familia que no vemos con frecuencia, para los amigos que no están cerca. Lo que quiero escribir es también para todos nosotros, los de siempre, los de todos los días, los que nos hacemos una llamada telefónica para saber cómo ha ido la jornada, como sigues de la gripe, como están las niñas, que tal marcha el taller, o cómo vamos con el libro seleccionado para club.
Solo sé que quiero escribir. Me lo he pensado mucho. He visto como lo hacen y además es divertido. Así que me dije -yo quiero tener un blog-, y quiero escribirle ahí a todos los que quieran leerlo y compartir, desatinar y acompañarme en el amor y la guerra de cada día. No tengo un objetivo seguro, no tengo un plan atinado ni preconcebido, ni he acumulado absolutamente nada para una carpeta de proyecto. Solo sé que quiero hablar más de lo que ya hablo. Soy una carreta sin bueyes a la hora de hablar, una lora sin entrenamiento, un tren furibundo y desbocado, una ametralladora en tiro continuo. Si estoy en confianza interrumpo y hay que quitarme la palabra, o decirme como mi esposo “mi amor, dame la yegua un ratico”. Así que planeo al menos, descargar un poco de energías por aquí, compartirlas y aliviar la madeja.
No puedo dejar de rumiar este título para el blog cuando pienso en lo que quiero escribir. Es un título que recuerdo de varias formas. Miguel Hernández escribió sus poemas al amor y a la guerra recorriendo el vientre claro y profundo de su amada mientras para la libertad daba sus ojos y sus manos; el compositor Joaquín Rodrigo legó a la música española sus Cantos de amor y de guerra en un período complejo de la historia de España; Eduardo Galeano en sus prosas sobre sus Días y noches de amor y de guerra nos devuelve los tiempos en que para todos el amor y la amistad, la guerra y la movilización significaban todo. Cada paso por y para el amor nos da una batalla. La pequeña guerra que vamos librando con todo nuestro amor cada día, para sobrevivir a las consecuencias del próximo minuto, el inmediato trecho a superar y tener éxito: la pasión, la familia, el matrimonio, la educación de los hijos, la profesión, las metas, en fin la vida.
Mis amores desatan todas las guerras. Pero tengo soldados y compañeros invencibles. Mi esposo, mi hijo, mi familia, mis amigos y la raíz: Cuba. A ella también dedicaré mis palabras. De ella me fui por amor, sin darle beligerancia ninguna, esa que hoy, hombres y mujeres valientes, por amor también, les hacen la guerra cada día a los cómplices más endemoniados del engaño y del atentado diario a los derechos más elementales del hombre y de la libertad.
Este blog es para mí, y para ti. Para todos nosotros.

Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes. Tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes. Tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes. Tristes.

Miguel Hernández (en Cancionero y romancero de ausencias, 59)