miércoles, 7 de septiembre de 2011

Cartas I

Cuídate

Para todas las mamás que nos escribieron cartas, que nos enviaron sus palabras dulces cuando estábamos lejos para arroparnos un poquito más.

Erase una vez…que nos escribíamos cartas. Y dependiendo de la marcha del correo que casi siempre equivale a la marcha del país, esperábamos la vuelta por mucho o poco tiempo y escuchar el silbido del cartero a la par que te llamaba por tu nombre era un momento de alegría. Hace menos de veinte años en mi ciudad era así. El cartero de nuestro barrio lo fue por tiempos inmemoriales. El mismo señor de piel oscura, radiante calva y ojos medio chinos, banderín de la mezcla criolla que me inspiraba lástima al verle “dando tanto pedal”, lejos de mi mente por entonces que más temprano que tarde terminaríamos todos encaramados en aquellas bicicletas chinas que pesaban mas “que un matrimonio mal lleva’o” según el decir de mi abuela. El traía cartas, telegramas, algunos “recibos” y el periódico diario. Me trajo las cartas de Lissette que eran vigiladas por las “autoridades del CDR”. Me llevó cartas de algunos amigos en la época en que se iban a estudiar a la antigua Unión Soviética o partían a Angola por aquellas causas que nunca entendimos bien. De algunas amistades que a falta de teléfono enviaban alguna misiva. De mi esposo cuando estuvo lejos.
También nos escribíamos cartas que nos llegaban de mano en mano, con un amigo de un amigo, con alguien “que va pa’ La Habana”. Estas los padres las recibían con el corazón en vilo, pues venían casi siempre desde las “becas” o las escuelas al campo, desde sitios lejanos del calorcito de casa, desde el fondo de la isla donde a veces no había ni como llegar. Y por esto tuve la dicha de escribirme cartas con mi abuela. Cuando nos íbamos a la escuela al campo, los padres que no tenían carro propio, que eran la mayoría, se juntaban para “resolver” guaguas de centros de trabajo y pagando por asientos hacer viaje a los campamentos. A veces, no alcanzaba el dinero para más de un asiento, a veces había el dinero pero había que ser justo y que alcanzaran los asientos para todos los padres. Esta situación se agravó mucho para nosotros cuando nos enviaban a las tierras de Sandino, allá en Pinar del Río, uno de los lugares más recónditos de la isla y con difícil acceso. Para mi abuela de más de setenta años no era tarea fácil. A veces solo podía ir mi tía que contra todas las banderas luchaba algún espacio para llegar. Llegaba con la comida caliente del día, cargada de latas y chucherías para la semana, sábanas y toallas limpias, ropa con olor de la casa y algunas cartas. De mami, de mi hermana, y de algunas amistades. Y entonces allí tiradas bajo algún árbol que nos diera sombrita, mientras saboreaba la sazón de la cocina de mami, escuchaba las novedades del barrio y respondía las cartas.
Hace diez años, cuando me di cuenta que salir definitivamente de mi país sería la única opción, y con la incertidumbre del arranque que nos procuran me llevé al patio dos grandes bolsas de cartas, notas y diarios, y las quemé. Me quedé con todo lo que tenía que salvar para continuar siendo la persona que soy. Las cartas de mami andan cerca porque la mayoría de las veces releerlas me hace sonreír, y aun los días que me plantan una piedra en el pecho no dejan de recordarme que sin importar absolutamente nada hay amores en este mundo que nunca levantarán velas. Leerlas es volver a tenerla conmigo. En su caligrafía, en sus mensajes, en sus dichos se adivina su ocurrencia, la bondad y el amor, todo lo fue su esencia. Nosotras sus nietas, su familia, vivimos repletas de ese orgullo cada día de nuestras vidas.
Esta es una de las que más me gusta. Simple, humilde, armoniosa, desvivida, ocurrente. La parte subrayada, por ella misma, siempre me saca una larga y húmeda sonrisa.



12 comentarios:

  1. Debo confesarte que se me llenaron los ojos de lágrimas, así de sensible y bella esta entrada.

    Gracias!!!

    =) HUMO

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  2. Fermina: me gustó mucho tu entrada. Muy tierna, muy de mujer cubana con los consejos sobre el catarro. me encantó su caligrafía. No sé dónde habrán quedado esas caligrafías tan armoniosas. Un beso. (me equivoqué y solté el comentario a nombre de mi esposo y lo borré)

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  3. Humo,
    Gracias por tus palabras, y si uno se pone asi muy sensible cuando trae estos recuerdos. es el efecto del pasado, siempre es asi.
    Gracias por pasarte por aca.

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  4. Charlene:
    Ya me preguntaba yo quien seria el tal carlos....
    Y tu sabes, mi abuela solo llego como hasta 5to. grado, segun ella en una escuela de monjas que aquello era tremendo. Mi abuela era muy pobre, hasta que se caso y echo pa'lante como una leona.
    Un abrazo

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  5. Qué gracioso, de repente me pareció estar mirando una carta escrita por mi. Yo también tengo esa caligrafía, "letra de viejo", como dice mi hermano.

    El que quiera ver amor y ternura de madre tendría que leer cartas como esta, que dicen en su simplicidad más que mil bardos con sus rimas.

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  6. Fermina, me pareció estar leyendo una carta de mi madre. Ella también usaba mucho esa frase de más vale tierra en cuerpo que cuerpo en tierra y hasta la letra se parece.
    Sobre lo que me preguntas, te doy el enlace
    http://www.linkwithin.com/learn
    Luego que lo preparas lo añades en un lateral del blog, mejor al final y así no se ve el espacio vacío. Espero que esto te sirva.
    Saludos,

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  7. Una carta entrañable para una un post de sentimientos. Cuando empecé a escribir mi padre me recomendó que escribiera cartas a las direcciones que entonces venían en los tebeos (comics) y así me hice muy amigo del cartero del pueblo. Cuando estuve estudiando fuera del pueblo mantuve mis amistades a base de cartas. Hace ya mucho tiempo que no escribo ninguna. La caligrafía de tu abuela es una preciosidad.

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  8. Qeu serían todas iguales? Mi madre pudo haber escrito esa carta: la caligrafía, el tono... Me doy cuenta que nunca un email tendrá la fuerza de una carta escrita a mano.

    Caramba, que tienes una habilidad para ponerme nostálgico-triste...

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  9. La de cartas que envié de mano en mano a la Habana, y las que guardo como oro en paño, pues sé en qué condiciones me llegaron.
    Es un relato que me conmueve pues también me hiciste recordar,en todas esas cartas que guardo y releo sin fin.
    Besos, Fermina.

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  10. No tuve la oportunidad de traer conmigo las cartas que atesoraba en Cuba, y las extraño. Como alguien ya comentó, el correo electrónico es mucho más frio y distante, de vez en cuando le hago llegar a los mios cartas de mi puño y letra, siento como que podrían llegar a sentir el calor de mis manos, cuando las lean. Un bello post. Buen fin de semana.

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  11. Que pena que tuvieras que quemarlas.
    Me has hecho recordar una carta, la que le escribí a mi madre muerta la noche que falleció y que puse entre sus manos de madrugada.
    Jo...

    Besos.

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