martes, 24 de agosto de 2010

Yo siento...

Para J.A. que ya no está, por todos los años en que hacernos grandes nos hizo cambiar.
Para F. porque la esperanza no tiene dueño y la libertad de atesorarla será solamente tuya.

Por estos días, con el calor y las condenadas noticias…algo dentro de mí se ha pulverizado como un diente de ajo en el mortero, algo en mi dejó de ser entero, íntegro y se ha estrujado como una pasita lista para el pudín. Lo juro. Parecerá que ironizo pero no lo hago. Y no quiero hacer ninguna limonada con este limón. No encontré las palabras que quería, no dije que siento fatiga de todo este poco de dolor y crujido. De la infancia nos queda lo intocable, la simplicidad y el albor: el precipicio de piedras para llegar a nuestra orilla del Almendares, la piscina vacía donde tirábamos ramas y semillas de mangos, la casita del perro donde la tragedia sorprendió a todos, la gran entrada en arco donde jugábamos a esperar las panteras y leones para tirar nuestras flechas imaginarias, el camino a la escuela lleno de marpacíficos que desmenuzábamos para hacernos trompitas y tu abuela esperándonos en el comedor para darnos un vaso de leche antes de entrar al kínder. No nos podremos hurtar, pase lo que pase, los días de las casas de campaña con sillas y sábanas en la terraza de tu casa, allá donde “el fresco era mejor pero el lugar peligroso” como decía mami. La pelea interminable por el velocípedo y los patines de hierro, la tía Edelmira trayendo empanadas de queso de “La Cocinita” y el corre-corre con los perros en el patio de la casa. Lo intocable, lo cándido, la aurora, se tornó un fragmento, una porción de nosotros. Así es, cada cual sigue su camino pero nada nos factura la felicidad de haber sido niños, repletos de entusiasmo y emociones frágiles, nada nos puede saquear la valía de haber sido amigos aquellos años, con abuelas repartiendo la vida como caramelos. ¡Qué bueno que tuvimos eso! Y estas cosas que nunca dije. Y ahora cuando me toma de sorpresa y la vida se convierte en un único segundo donde ofrecemos lo que somos, no quiero que sea tarde, pero lo es. Yo quiero que sus alas les devuelvan sus sueños, yo quiero que al menos los lleven allí, a volar sobre el mundo de los niños que fueron, a la calle de los juegos, a los brazos de la familia y de todos los que amaron. Apaciguaré el ramalazo. Para siempre quedarán aquí. En esos años llenos de sonrisas, mímicas, y juegos. En estas viejas fotografías que en mi mano recuerdan un gran chubasco sin siesta.



martes, 17 de agosto de 2010

La fuerza y el coraje de una madre.

Quizás muchos ya lo han visto. Algunos de mis amigos y seguidores no. Aquí se los dejo, lo he vuelto a ver luego del pedido de Amnistía Internacional. No sé que me embarga mas, si el dolor, la rabia, la tristeza, la impotencia…no lo sé. Ojalá todos los cubanos y cubanas tuviéramos tal coraje. Ojalá no hubiera ningún cubano ni cubana del lado de los equivocados, de los injustos, de los ciegos. Ese dia tiene que estar cerca. ¡Bravo por esta madre!





martes, 10 de agosto de 2010

Mis fotografias

Hablando de barrios

Hoy día con alrededor de 35 mil habitantes, la mayoría de procedencia obrera y militares de los años 60. Ahora, con más población joven, graduados universitarios y otros tantos sin ninguna profesión amaneciendo en los “banquitos del edificio” mientras se discute de pelota y cualquier otro chisme sugestivo. La rutina diaria entrecruza habitantes desde las primeras horas en busca del pan diario, llevando niños a las escuelas, alcanzando el P4 para llegar a tiempo al trabajo, colgando ropa fuera de los balcones, y matando mosquitos dando zarpazos con el “pulóver” en la espalda.
Con algo más de 40 años de historia y unos 30 desde que aquellos “edificios construidos mediante el sistema cooperativo de microbrigadas”, más conocidos como “edificios de cajas de fósforos” o “cajones” o “edificios de micro” o “edificios rusos”, surgieran a borbotones y le dieran vivienda a miles de personas necesitadas, sobre todo del sector militar en general, sigue siendo un barrio donde el concepto quedó solo en resolver esa necesidad. Carece totalmente de interés por el diseño artístico, la urbanización no cuenta con áreas de disfrute general de la población como parques, cafeterías, restaurantes, tiendas, cafés, etc.…
Este concepto proliferó en toda Cuba. Así dimos casas a quienes las necesitaban, a quienes no las necesitaban, a los militares cubanos, rusos y de la Europa del este en general que venían a ayudarnos, a los chilenos que huían de la dictadura de Pinochet, y le demostramos al mundo la “eficiencia del Socialismo” para resolver las necesidades del pueblo.

Barrio de San Agustín, Municipio La Lisa, Ciudad de la Habana. Fotos Julio del 2010.


 
 




jueves, 5 de agosto de 2010

La otra (IX)

“Nada, que las cosas así pasaron y así tenían que pasar”. Eso decía ella cuando recordaba aquel primer amor que se fue como llegó, como una nubecita de polvo sacudida. Nunca más supo del artista ni de su madre chiflada, ni sus tíos y primas se atrevieron a contarle que tenían guardados restos de aquella pintura que África creía había marcado la anuencia del olvido. Los días volvieron a ser lo mismo que antes, largas peregrinaciones de casa en casa, bultos de ropa sucia, fardos de almidón, prendas limpias con olor a blanco de madrigal y canturreos de brisa mañanera para aliviar las caminatas y las piernas hinchadas.

En una de las tardes de paseo por el parque conoció a mi abuelo. Poco caso le hizo pues parecía tímido y callado y ya había tenido bastante con un caballero flojo. Vivía también con su madre y trabajaba en la naciente industria del cine lo que significaba que se ausentaba de casa en las noches. Se lo dijo a su prima Delia “no, ese tampoco es para mí”. Pero Norberto encontró espacio, valor, y paciencia para galantearla y resquebrajar ese fingido desinterés por la pasión. Le envió esquelas a través de sus primas y flores con regalos delicados con la vieja Caridad que desde el primer momento miró con buenos ojos al joven “con cara de actor”. Mostraba una cara ovalada preciosa, su mentón pactaba afinadamente con sus labios delineados, delicados, y su nariz agraciada le procuraba un aire de herencia exótica. Sus ojos eran oscuros adornando su tez blanca y un cabello castaño confuso y siempre bien arreglado. Su sonrisa era la armonía perfecta en aquel bello rostro de varón. África quería desatar la guerra in situs, llevarse por delante la expectación, el aborrecimiento, las conformidades, las quimeras, todo lo que luego pudiera absorber otra vez su alegría y mudarla en rencor. Ella no sabía vivir así. Su espíritu franco, su felicidad generosa no se le podía arrebatar a pedazos y a empujones. Norberto batalló esa guerra como una insuperable esperanza de vida. Le prometió de rodillas, cursi y desesperado amarla por siempre y hacerla feliz, le prometió que su sonrisa jamás se borraría de su rostro y le entregó la llave de una casita fresca, con portal, ventanas y barandas, frente al mismo parque donde durante tantos meses él le alabó su vital existencia.

El catorce de Julio de 1937, un día antes de que los japoneses atacaran el puente de Marco Polo e invadieran China y los franceses celebraran una vez más su fiesta de independencia con fuegos artificiales iluminando La Bastilla y mientras en Broadway la tristeza por la muerte del gran músico George Gershwin embargaba muchos corazones, África y Norberto se casaron. Ella me contó que tenía tanto miedo de irse a la casita nueva esa misma noche y de estar a solas con él que le pidió tres días para acomodarse y mudar su indumentaria y los regalos de boda, pues así, ya casada podía preguntarle a su tía que debía hacer. Siempre fue alegre, pero recatada. Conversadora pero reservada. Segura de sí misma, pero atenta al consejo. Eso sí, novelera, novelera….repartía la vida con todos sus cinco sentidos. Ella que tenía sus dicharachos para todo, de esta vieja historia siempre dijo: “Nunca se pierde, siempre se aprende”. Desde entonces él la llamó Hilda.

Vista del Barrio Lawton, Municipio 10 de Octubre, La Habana, Cuba. Foto tomada de Grupo Barriadas de Lawton y Luyano, Facebook.

martes, 3 de agosto de 2010

Del viaje.De lo negro a lo blanco un domingo en La Habana.

Un Kia Carens sucio, con partes de los asientos rotos, casi 100 mil kilómetros, con un olor inmundo, por 120.00 dólares diarios. Otra de tantas estafas. Veníamos de exigir una revisión debido al olor a gasolina constante en el carro. Luego de tres horas de la agencia al taller, de andar la Habana vieja en medio de huecos y escombros, de nadie responder ni los buenos días recibimos la noticia de que “es que el tanque no tiene filtro, no se preocupe que no explota ni nada, por aquí voy a anotar que usted vino”. De vuelta a casa despotricando sin miseria y en busca de calma, las vimos. Un domingo como otro cualquiera en La Habana, un poco de brisa en la 5ta avenida, sol y verde contrastaban y aquellas mujeres deshacían sus pasos con la tranquilidad y la confianza que dan la valentía y la convicción.

Me tiré del carro en cuanto pudimos disminuir la marcha. Salí corriendo con mi cámara en mano y cuando ya las vi venir con sus ropas blancas y sus flores en mano, dispuesta a presionar el botón del disparo quedé inmóvil. A través del lente, frente a sus rostros serenos, sentí vergüenza. Un silencio sepulcral las acompañaba, un profundo mutismo lleno de coraje, se escuchaban sus pasos, la respiración, la audacia. Había muchos curiosos, reporteros y quien sabe que mas…Sentí vergüenza de correr como lo hice para tomar fotos en vez de echar andar con ellas, sentí vergüenza de aquel vecino con el que tuve una de las peores discusiones por decir que “esas son unas descaradas” o de aquella que me dijo “cualquiera camina por 5ta. Avenida por dos mil dólares al mes”, sentí vergüenza por todos los que gritamos en el patio de la casa cuan cansados estamos del hambre y la falta de libertad, por todos los que hablamos en las esquinas con voz baja, o por todos los que nos callamos ante la injusticia diaria.




   
  
No sé detalles, no sé cómo funcionan las organizaciones o cómo ayudan aquí. No lo sé. Solo sé que en el mismo instante en que no pude arrebatarles aquella foto frente a frente, recibí una sonrisa cálida mientras alejaba la cámara de mi rostro y sentí el respeto más profundo ante la grandeza del amor de una hermana, una esposa, una madre.
 
  
Iglesia de Santa Rita de Casia. Se destaca por su nave y su prominente torre (disennada por los arquitectos “Morales y compañía”). Tiene una decoración más sencilla si se compara con las iglesias más antiguas en La Habana. En su interior se encuentra una esfinge de Santa Rita terminada en 1943 por la escultora cubana Rita Longa (1912-2000).

  
Todas las fotos son mias. Tomadas en Julio del 2010.