miércoles, 10 de febrero de 2010

¿Dudas? ¿Respuestas?

Ayer fue un día extraño. Un día de esos que sientes que no tienes suficientes fuerzas, alas, o razones. Da igual. Siempre los hijos. Esa preocupación que se expone diariamente, que instala la duda sobre tus mayores esfuerzos, tus mejores intentos, tus sinceras ganas de que todo sea “por su bien”. Me sentí cargada, tratando de ser como no soy. Se mezclaron muchas cosas. Desde el desinterés por lo que tú crees que debe tener interés para él hasta una mentira acerca de alguna tarea y una mala contesta y su propio deseo de ver el mundo diferente. Pero esto último fue lo que me dejó sin argumentos. ¿Cómo van entender lo que aun a nosotros los adultos nos cuesta enfrentar? Ni un amigo ni un amor son una obligación, ni de su parte ni de la otra. Y es el momento de comenzar a deducirlo, de hacer que esos pequeños (ahora) dolores se alojen sin demasiados rasguños en un sitio de su camino, que le den espacio a todo lo próximo que vendrá. Hacer amigos es difícil, ser amigo y mantenerlo es una etapa de madurez diferente. He tenido que explicarle. He tenido que decirle que quizás todas esas reacciones, todas esas cosas que se dicen sin deseo de herir, son sencillamente lo que ocurre cada día, lo más natural en cualquier ser humano: ya no tienen cosas en común, ya no se disfruta estar juntos. Un niño no sabe reconocerlo, no saber explicarlo. Un adulto no sabe decirlo, no quiere reconocerlo. Un niño siente que le han herido, incomodado, que tiene que devolver la contesta con algo, cualquier cosa. Un adulto sabe que le han lastimado para siempre, y con toda la misma experiencia volverá a suceder sin remedio. Un adulto acude a la Ley, pone números en papeles, descuelga los teléfonos o envía mensajes desesperados. Mi niño se sintió confundido e incluso me dijo “no importa mamá mañana será diferente”. (Y yo con ganas de decirle, no mijo, no, no va ser diferente en la vida)


Sí, fue un día extraño. Tener cuidado con lo que digo no es parte de mi naturaleza. Pero ser cuidadoso con lo que se dice es ser amable, tolerante. Ese otro niño tiene una madre. Esa madre tiene a su hijo y ahora mismo quizás (no tiene por qué ser cierto) estará pensando quien sabe cuántas cosas sobre lo mismo. Y cómo ya sabemos cada cual es dueño de su verdad.

Yo tuve una noche extraña, un barullo de reacciones, a la tarea sin hacer, a la calificación baja, a la mala contesta y a la verdad tirada en la cara sobre lo que un amigo es o no es. ¡Dios mío! Tomé decisiones, puse reglas, y “a partir de ahora”… en fin. A la cama y un beso. Al despedirse de su padre le dijo que su mamá había hablado como un “dictador”. Así es. Y yo creyendo tantas cosas, pesando toda la noche cómo le hago, cómo le digo… (eso de lo del bebé con el librito abajo del brazo no es un cuento. No vienen con el librito). Ellos son nosotros, una extensión de nuestro carácter, de nuestra manera de ver el mundo, son el resultado de un grito y de un abrazo. Nada, que como ya sabemos todas, de esto podemos hablar y hablar sin parar. Pero quería contarles porque como hay que estar al corriente, aquí vengo a hablar y hablar como lora…

No hay comentarios:

Publicar un comentario