jueves, 3 de marzo de 2011

Marzo

Para este lado del mundo nos despabila el equinoccio de primavera. Los cambios llegan desesperados y de los viejos fríos y las tardes templadas despojamos las refriegas, los huesos dormidos, las malas ocasiones. Era la época de hacer lucir tus buenas manos para el jardín. Uno de tus lugares elegidos allá en la casa de la calle 15. Pequeño pero dulce. Algunos jardineros duraron años, a otros los mandaste en dos tiros al olvido cuando los mantos y las rosas se estropeaban. En Marzo trasplantabas los helechos, sacabas las macetas de cintas a tomar solecito y al pobre de Picon lo despachabas a la puertecita de hierro a mediodía para que se sacudiera la estación mientras intentaba con sus malos humores comprar golosinas a los vecinos con sus billetes de monopolio.
En Marzo llegó el tesoro más preciado de mi mundo, envuelto en sus líquidos oscuros, gordito como una calabaza y radiante sin apuros. Eras la "Reina del melao" cuando recibiste aquellos bisnietos que llegaron casi a la vez.
Viviste enamorada de sus rostros, sus gorjeos, sus medias palabras, sus fiebres y sus llantos y nada de lo que hacíamos mi hermana y yo te parecía suficientemente bueno. A veces te advertía observándolos mientras dormían y supe que la vida te había procurado todo lo que anhelabas. Marzo ha sido bueno, mami.
En uno de esos Marzos llegué aquí. Aferraditos de las manos, escuchando palabras desconocidas, tiritando de frío en aquel estribo mientras la escalera rodante subía y mi corazón se reventaba de angustia y expectación. La escena hubiera sido toda tu felicidad. Tengamos Marzo así, estrujadito en el alma sin arrimo para otro llanto. En Marzo te volví a ver, la tierrita me regresó a las uñas como sazón a la carne. Y tus ojos, a pesar de que andabas volando como pajarito flaco, se posaron por una vez más en tus otros amores, con la gracia del retorno. Marzo nos envió lo que pudimos gozar por un tiempo o por mucho, nos devolvió algún aguacero de recuerdos, celebramos cumpleaños y nos hizo reír otra vez a todas juntas, acomodadas como la costumbre exigía en los butacones de brocado que adorabas y en la cama de tu cuarto, y allí en el recinto de tu savia: la cocina, mientras nos tomábamos el buchito de café de “por la tarde”.
Fue Marzo la última vez. En Marzo nos volvimos a tener y a despedir, a murmurar los conjuros que como penas podían trastocarse en brisa. Te volví a oler, a tocar los dedos callosos, a sentir los huesos afligidos, y te dejé arropados en el pecho todos los abrazos que pude, y me traje los tuyos apretados y desnudos, tibios y resueltos, como solo tú solías abrazarnos una y otra vez, y otra vez y otra vez…

2 comentarios:

  1. Que pena me ha dado.
    Que tristeza.
    Jo.

    Un abrazo enorme.

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  2. Me ha gustado ese "aguacero de recuerdos", que te trajiste y ya nadie te podrá quitar.
    Besos, Fermina.

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