jueves, 8 de abril de 2010

El abanico de seda

Hemos terminado de leer el libro “El abanico de seda” de Lisa See. Buscando información sobre el tema acerca de esta no tan antigua, tradición china encontré una noticia que data de hace más de diez años, 1998, publicada por la agencia china de noticias Xinhua. En la nota se anuncia el cierre de la última fábrica de los zapatos pequeños que usaban las mujeres que se vendaban los pies. La producción de los mismos incluso había aumentado a finales de los ochenta y principios de los noventa ya que comenzaron a producir una línea de diseño para mujeres adultas, mercado que subsistía pues aun en 1950 en zonas montañosas remotas todavía vivían mujeres con pies vendados. Entre 1991-93 se vendían unos dos mil pares anualmente, pero a finales de los noventa ya no tenían mucho que hacer con este tipo de zapatos que ni siquiera servían para los niños. Me dejo azorada. Aun existía producción de este tipo de zapatos.
Por suerte para las niñas chinas los “pies de loto” o los “lotos dorados” ya no se considera uno de los ineludibles rasgos de belleza que pacta un buen casamiento. No puedo siquiera imaginar el sufrimiento de las niñas que a sus cinco o seis añitos comenzaban a soportar tan descomunal martirio.
A lo largo de la historia de las tradiciones, de las culturas de los pueblos más o menos antiguas, e incluso actuales hemos conocido o escuchado de costumbres o hábitos de vida que denigran al ser humano, y que sobre todo, porque casi siempre es así, son el fruto de la pretension de poder de unos sobre otros. Pero puedo decir, leyendo este libro y todo lo que he encontrado acerca de este período de la vida de China, que esta tradición es una de las más crueles que he conocido.
Diez años (y varias etapas) duraba el proceso de vendado y transformación de los pies, diez años primero de congoja y desconsuelo y la vida entera para sentirse inhabilitada, desarmada. Total, para llegar a otra casa y que otra mujer que ha sufrido lo mismo que tu te trate peor que a un perro.
Recuerdo una historia que  mi abuela me contaba sobre lo que tuvo que soportar cuando asistió a “la escuela de monjas” (así la llamaba ella y con esto no trato de descalificar nada, pues no se qué escuela era, ni que congregación, ni donde estaba). Me decía que a ella y su prima y otras más las trataban peor pues eran de las niñas de familias pobres. Las hacían ponerse unas batas de mezclilla a la hora del baño, tenían que bañarse así vestidas y gastar poco jabón. Algunas monjas las vigilaban siempre durante el proceso con una especie de fustas en la mano que mi abuela llamaba cujes y cuando ellas consideraban que las muchachas estaban haciendo algo incorrecto como: gastar más jabón de lo debido, demorarse excesivamente con las manos dentro de las batas enjuagándose, levantar los brazos para lavarse el pelo con algún “gesto pecaminoso”, dejar caer algo al piso, entre otras cosas, la monjas les daban azotes o cujazos. A mí esto me hacia llorar y me parecía el fin del mundo. Y lo peor era escuchar a mi abuela decir que “era duro mija pero aprendí bien y me  enseñó a ser fuerte en la vida”. Y a veces hasta decía: "era la costumbre de la época". Pero yo no me lo puedo creer.
¿Quién, cuándo, cómo, puede hacer valer, creer, establecer, dejar proliferar el abuso cualquiera que sea? ¿Cómo pueblos con culturas ricas, vastas, exportadores de productos que invadían el mundo, con adelantos en la investigación médica, con hombres cultos, filósofos conocedores de otras culturas y costumbres podían permitir , defender y ni siquiera alzar su voz en contra hábitos, costumbres, o tradiciones tan antinaturales, crueles, denigrantes, inhumanas? Pues bueno, yo tampoco sé. Les recomiendo el libro, pues la historia que cuenta es desconcertante, emotiva y desgarradora, pero necesario conocerla.

3 comentarios:

  1. no sé si quiera leer el libro, estoy un poco cansado de leer cosas así ahora... intento encontrarme con que se puede vivir de otra forma también :)
    pero coincido contigo.. es horrible no sólo este ejemplo, sino que cualquier intento de utilizar a los niños para suplir nuestras propias necesidades, aunque quizás sea difícil y casi imposible no hacerlo, pq desde alguna parte nos tenemos q mover... pero debiesemos ser más concientes de ello para no exigirles, para no encerrarlos, no manipularlos, ni doblarles los pies o la vida hacia la dirección que nosotros queramos

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  2. Asi es, a veces no es facil ponerse a leer de estas cosas, y otras, que ademas de hacernos sentir impotencia nos dejan con el corazon estrujado. Imaginate , el libro anterior a este, "Mil soles esplendidos" que tambien recomiendo, era una historia similar,pero en Iraq, el Kabul de la era de la invasion sovietica, y narraba las costumbres de la cultura en el tratamiento a las mujeres.....que te puedo decir???
    Que las que estamos de este lado, las que tenemos la dicha de vivir en un pais que defiende el derecho a la vida en todos sus sentidos y ademas vivimos con una pareja que nos da amor, y no palizas, somos muy muy dichosas.

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  3. siii lo leí!! es muy bueno, también leí "las cometas van al cielo" que es anterior pero los protagonistas son hombres... con ambos no pude evitar llorar, son demasiado fuertes.. a veces me pasa que siento que nos acostumbramos a ver el dolor ajeno a través de la televisión, y claro, nos emociona y nos hace llorar, pero no deja de ser un espectáculo... me recuerda cuando estoy en invierno al lado de la chimenea disfrutando ver como cae la lluvia por la ventana.. es tan distinto sentir caer la lluvia que verla caer... tan distinto como lo es ver el sufrimiento por televisión que estar ahí

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