martes, 18 de octubre de 2011

cosas de novelas

Dio unos pasitos mas, se acercó a la puerta y arrimó su puño listo para llamar. Pero un suspiro tan roto como esa aldaba roñosa y corroída le sujetó el ansia. “¿Y si no me recuerda? ¿Y si me recuerda? ¿Y si no nos abrazamos ni nos besamos ni nos decimos todas esas cosas que nos prometimos hace veintitrés años? ¿Y sí solo me saluda y luego dice mirándome derechito a las caderas: como ha pasado el tiempo?"
Dejó su mano clavada en la aldaba mientras un torrente de augurios zarandeaba su cerebro. “Las historias de amor no existen mija, eso solo es cosa de novelas y las películas”. El hombre que se queda, se queda. Lo demás es pura habladuría”. Eso y más, cada noche acomodada en su sillón de mimbre, le largaba la madre mientras ella se consumía, en la mecedora contigua, con algún bordado o costura que nada le estimaba. Movió la aldaba ligeramente. Espero unos segundos, y con chorritos de sudor rodándole entre las piernas caminó menos ligera pero fue escaleritas abajo sin regresar la vista. “No vuelvo, no vuelvo” se dijo y ya estaba arrepentida por no haber esperado otro ratico más.
El machaque de la madre le laminaba a segueta mientras apuraba el paso. “Quien de verdad te quiere, no se va y te deja así hecha un bulto y sin abrigo. Sabe Dios a dónde fue a parar en ese barco. ¡Que vengo pronto! ¡Bah! Patrañero. Lo veía venir, lo veía venir, pero tú no escuchas niña, tu no escuchas, es que eres mu’ ignorante mija, mu ‘ignorante!”
Fue su propia madre quien lo volvió a ver trajinando en la fila larga de comercios de la Avenida Matarimbe, lo siguió impúdicamente, con la cara pálida y el corazón bufando. Fue su propia madre la que le dijo ve a verlo y dile la verdad. Y ella: ¡pero mamá si tu…!”.Así mismo mija, así mismo, como en las novelas y en las películas, ve y dile la verdad.”
Regresó en medio de una tarde bochornosa y rosada. Se dejó caer en la mecedora destartalada, al lado de su madre que agarraba el tejido desorientado e inútil y la miraba con la angustia de los destinos malsabidos. “No era él, madre, no era él. Su esposa me abrió la puerta y él me invito a pasar, y hablamos mucho, ¿sabes? Y tomamos un cafecito, y no era él madre, no era él. Sí que se le parece bastante, pero ellos son del interior, vinieron a la ciudad hace solo unos años, tienen cinco hijos y pronto se van a América. No madre, sí que se le parece, pero no era él. Ya olvídese de eso. Que a nosotras no nos hizo falta nunca hombre alguno, ni a Candelaria un padre que le estuviera ajustando la correa. Bueno madre, me voy a refrescar que estoy empapa’ita”.
Se metió al baño como humo sin peste. Lloró. Lloró hasta que el pecho se le se aletargó en una maraña de derives. Salió salpicada de agua clara y embadurnada de talco y enrojecida del vapor en la contienda. Asomó su rostro a la puerta de la estancia para llamar a su madre a comer y se encontró de frente con la visión del hombre en el mismo día de la partida prediciendo un pronto retorno. Sacudió la cabeza y el cuerpo en una danza irritable y liada. Regresó la mirada y no era la imagen de antaño, era él mismo, allí mismo, invadiendo su mecedora y en plena faena de bazas con su madre que había soltado el tejido y movía sus manos con felicidad. Se acercó paciente e incierta, ambos tropezaron la mirada sin sombras ni aborrecimientos, su madre suspiraba y con sus ojos duros y agobiados rogaba alguna palabra. En un segundo sempiterno, Candelaria abrió la puerta de la calle en aparición rozagante y jubilosa acarreando libros y azucenas. Le sonrió a todos los presentes y sin cachazas ni verbenas saludó “¡Ay abuela, tremendo calor allá afuera!”.

(Esta historia me la contó la protagonista, dueña de la mata que daba los mangos más rojos de todo el barrio. Me la contó y me dijo que era la “puritica verda’ ” y yo que sucumbía por las historias más cursis me le quedaba mirando extasiada mientras arrancaba cáscaras a los mangos. Candelaria vivió cien años hasta anoche.)

7 comentarios:

  1. Candelaria te contaría la historia, la puritica verdad, pero tu has sabido trascribirla a palabras que son dignas de la mejor literatura. ¡Cómo me gusta leerte!

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  2. Ay mujer, estas son las historias que me gustan: las de esas mujeres que parecen que no tienen mucha historia y están llenas de ellas. Por algo, tenía los mejores mangos de la cuadra. Un beso Fermina.

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  3. Gracias por compartir estas historias que rescataste, con sabor a mango.
    Tus descripciones son siempre finas y elegantes. Me encanta leerte, me cae la babita ;-)
    Hay hombres que no merecen tanta espera ni desesperación... me fascinó la entereza de Candelaria.
    Besos, Fermina.

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  4. Me encantó la historia, no despegue la vista hasta el final. Vaya espera ...y Candelaria como si no fuera con ella. Hasta pronto!

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  5. Bonito homenaje le has hecho.
    La historia es impresionante.
    Extasiado me voy.

    Besos.

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  6. Gracias por compartir historias tan hermosas y tan humanas como sólo tú sabes contar y que nos dejan un sabor a nostalgia cubana.
    Un abrazo
    Espe

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  7. Las historias de amor, más cursis son las más sabrozas...amar así es lo mejor que te puede pasar en la vida porque al final tienes algo que contar.
    El que no amó así con dolor, nunca sabrá lo que fue vivir.
    Divina tu manera de escribir Fermina...me encanta tenerte cerca y poder leerte a menudo.
    Un beso.

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