miércoles, 4 de mayo de 2011

Mayo…


…eran las banderas y tú. La revolución y la paz. La encandilada perfección de los días joviales y la garantía de tu calorcito en las noches. Nunca creí ni en Dios ni en tu muerte. Tú invocabas clandestinamente a tu San Judas, sin preocupación por el destino de tus huesos y yo trotaba en la presencia de mi mundo jubiloso, me columpiaba en mis púberes lunas con la seguridad de tus mayos venideros. Noventa y ocho mayos me hubieran hecho muy feliz. Allí en tu butacón de brocados naranjas celebrando cualquier agasajo: un obsequio, un beso, el “entra y sale” de las vecinas, el teléfono “que no para”, una alegre tertulia con café. Nadie lo olvidaba. Era el día de las marchas, la plaza abarrotada y los discursos que nos llevaron a la paranoia y al desatino. Era la mañana optimista y la tarde de tu celebración. Tú eras la Diosa de Mayo y por eso la alegría tenía casa y amparo.
Hay días infames. Los peores hago lo que cualquiera: preguntarme por qué. ¿Por qué tuvimos que elegir? ¿Por qué la política, la geografía, los absurdos dilemas de los hombres, la antigua obsesión de enfrentar existencias por dominios? ¿Por qué no seguir siendo la puntada indeleble en tu vestido, el lunar en tu vientre, el dolor de tus piernas a mediodía, tus siempre listos aretes de perlas, la razón de tu vida, “tu masita de pollo…que te como...te como…”? ¿Por qué crecer y seguir?
Hay días mejores. No asoma el dolor. Abro los álbumes y puedo verte y hasta sonrío sin que la música me apretuje el corazón como pasa majada. Cuento historias que viviste y otras que inventaste a lo largo de toda la contingencia que fue tu vida. Los ríos que te arrastraron, los barcos que te cargaron, las guerras que encabezaste, los pueblos que gobernaste, sin sacar un pie de tu ruta hogareña ni tu cuerpo cansado de tu butacón de brocado anaranjado. Y siento que aun te acompaño con la suavidad de una tarde fresca en el patio, tumbando tus naranjas agrias para el mojo de la yuca.
Mayo se extenderá para siempre como un puerto de avisos y encantos. Y yo atracaré en su desazón con el gusto inmediato de hallarte. No habrá otros meses como este, no sé qué piensan los demás, no sé si hay un mundo al derecho, al revés o si el proceso natural de la vida…Noventa y ocho mayos hubieran sido lo máximo…y abrazarte, abrazarte, abrazarte…


6 comentarios:

  1. Mientras las recordemos seguirán vivas.
    A veces me parece que tengo muy cerca a mi madre, tanto que casi puedo tocarla.
    Un beso,

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  2. Me sacaste las lágrimas, también tengo mis mayos. Un abrazo.

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  3. Todos tenemos de esos mayos, pero mientras sigan floreciendo en nuestra memoria, seguiremos peleando por sus dulces recuerdos.
    Me encantó este texto, Fermina.
    Me encanta como escribes...
    Besos, linda.

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  4. Yo no se como puedes tener la capacidad de expresar con tanta sensibilidad el cariño a las personas. Bueno, cuando te cabreas con alguien también lo dices claramente. Me alegro de compartir ese recuerdo contigo.

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  5. esta lindo, a mi no se me da escribir cosas asi..

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