domingo, 3 de abril de 2011

La otra. (XV)


Francisco Zúñiga “Maternidad”

Su siguiente parto fue una secuencia rápida de planos contiguos. Una toma a cámara fija como solía ser su vida y sus andares. Nada era retorcido, no le recorrían trucos y no había sonidos que improvisarse. Se encaramó encima de la mesa que tantas veces destinaron las mujeres de la familia para estos términos, se empinó sin ayuda ni embrollos, colocó toallas y paños, dio las órdenes necesarias para entibiar el agua y poner a la candela los tilos que dominan el cansancio. África presagiaba que este paritorio duraría menos, sentía que algo punzante y despepitado estaba a punto de saltársele. Paquito salió desencajando sus piernitas flacas y soltando el resuello en busca de la comadrona Guillermina quien mandó de vuelta a la mulata Juliana Pita, que era su ayudante y recibidora pues ella se encontraba bien ocupadita atendiendo parto de mellizos. Juliana puso su banquito delante de la mesa y comenzó su ritual indiviso mientras explayaba las piernas de África desprendiendo un grito: “¡Este ya se está saliendo!” No tuvo tiempo de curiosear debajo de la sábana o de agarrar un recipiente, ni siquiera alcanzó a desinfectarse las manos. Una cabeza oscura cubierta de líquidos sanguinolentos y desgarros teñidos se asomó desahogadamente y sin esperar señal alguna, se retortijaba en las manos de la pobre mulata que requirió ayuda para sostenerlo mientras escindía el cordón y hacia labores de higiene a la par que mascullaba una jaculatoria inentendible. El chiquillo, porque fue varón, prorrumpió disparado como flecha, a la recia África solo le supuso un empujón y un gemido no obstante pesar ocho libras, y según el decir flamante de la añeja Caridad “tenía mas pelo que el perro del valenciano farmacéutico”.
Con solo tres horas de parida y sin medicación, agarró a sus dos muchachos, la Gabriela en un grito enloquecido, los bultos, los paños tibios que las primas habían dispuesto, la cantina de tilo verdecito y fresco y a Paquito que brincaba de puro regocijo y repetía toda la lista de encargos. Arrancó para su casita frente al parque mientras Norberto los seguía, arrastrando gozoso y radiante el moisés recién compuesto y combinado de azules que finalizó Cándida mientras acontecía el paritorio.
África nombró el varoncito como el Capitán. Así salía temprano del asunto de los nombres, complacía al veterano luchador y consentía al sensible de Norberto que, como con el primer embarazo, les explicaba a todos que este sí seria varón según todas las cruces de las parteras experimentadas. Cargaba el moisés optimista y en su cabeza imaginaba qué puertas tocaría en busca de un tercer trabajo. 
Antonio Guijarro
Si, se llamó como el Capitán del cual heredaron el apellido y la estirpe de nadie conocida, pero por desgracia nunca le tocó ni los talones. África lo enrolló en su regazo con el mismo apego que le sobraba para todos, y la pequeña le veló y le dedicó sus mejores índoles al hermanito chico, y su padre le reveló el ejemplo del trabajo, la honradez, y la humildad. La vida provee, la gente decide. Y así me contaba ella que había nacido mi padre, de “un solo resbalón que no paró hasta el portón de entrada, se le fue de las manos a la pobre Juliana” así decía… “así apurado como lo ves, resbaladizo y atropellado, sin armonía ni palabras, nunca lloró, las nalgas se las dejaron moradas pero no lloró, se removía como una culebrita haciendo hipados con su nariz…”. Nunca habló mucho sobre estos días. Solo cuando notaba mis miradas remisas, inquietas, de adivinadora de aquella intrínseca trabazón donde a veces me malgastaba. Ella misma socorría, con ojos tiernos y su abrazo de protectora preciosa, cada una de sus idas y vueltas, de sus asomos importunos, de sus sentires anómalos e hirientes. Varias veces y durante muchos años me exhortó a que lo absolviera, a que le contara a mi corazoncito las razones del desmedro: “Entiéndelo mija, es que él nunca maduró, pasó de verde pa’ podri’o”. “Te lo digo yo, mija, yo que lo parí”.

7 comentarios:

  1. Es como si estuviera leyendo una novela de Isabel Allende.
    Mejor aún.

    Besos.

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  2. Honor que me haces Toro.
    Es una lastima que me cueste tanto llegar a este momento, una vez que lo hago , que comienzo a soltar toda la madeja que bien me siento.
    Gracias por pasar siempre por aqui.
    Que tengas un tranquilo final de domingo!

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  3. Nunca un parto fue tan bien contado. Lo vi llegar, con ese revuelo y esas ganas de nacer.
    Me recordaste que mi hijo cuando nació tampoco lloró, no hubo caso ;-)
    Besos, Fermina.

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  4. Que buen relato, de verdad, te envidio, hay dulzura bajo toda lo historia, enamora. Buena semana....no pares.

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  5. Eva:
    Que te puedo decir...? mi abuela nos contaba cada cosas! Y las vivia cuando las contaba, creo que fue una actriz frustrada...
    Gracias por tu tiempo siempre.

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  6. Hola Calabacita:
    Gracias por los elogios, los relatos tuyos tambien los disfruto mucho.
    Buena semana para ti tambien.

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  7. Hola Fermina, ando un poco desaparecida, pero ¡cuánto disfruto cuando paso por aquí! Esa frase de verde pá podrío, me recordó a mi madre que la decía refiriéndose a un nieto, y es que algunas personas de verdad que nunca llegan a aceptar sus responsabilidades de adulto.
    Que pases un buen fin de semana.
    Besos!!!!

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