miércoles, 25 de enero de 2012

Trance

Orquidea con olor a chocolate. Cuba, Orquideario Soroa, 2010
 Igualito que con la tormenta que está cayendo ahora mismo. Que llueve y para, que derrumba y escampa, que sopla el viento y asusta y que se calma. Luego habrá que abrir ventanas y luego abrir las puertas. Benedetti, en su novela Primavera con una esquina rota, de las prosas que prefiero, marca así más o menos los espacios de Santiago extrañando a Graciela y al mundo desde una celda colmada por unas “ganas de abrir ventanas y lo que es peor de abrir una puerta”.
Afuera hay una de esas tormentas que conocemos por aquí y que, con este raro calor peregrino en el mismo medio de Enero, asusta tras un aviso de tornados. Y entonces me dieron al fin, unas poquitas ganas de escribirlo. Durante los últimos días habían desaparecido y ahora que lo hago ni siquiera creo que tenga realmente ganas. Y he pensado mucho en el asunto y he sentido que abrir una página y revolver otras no puede ser una presión. Y la he sentido. No es que no quiera escribir, es que no tengo deseos de escribir. Eso para mí, es más o menos, no tener ganas de hablar. No tener ganas de decir. Me gustaría pensar que es una mezcla aderezada de desajustes de hormonas, clima embarazoso y autodisciplina en falta.
Pero también creo que debemos darnos estos chances de regarnos, de parar de decir siempre lo que creemos que debemos decir, de perdernos un poco en alguna bobería, de mandar a “casa ‘e la yuca” las impaciencias, de permitir a la “midlife crisis” que nos arrastre, nos tome el pelo, que nos haga un poco de mierda.
Cosas buenas: ha venido J. Diecisiete años que no lo veíamos. Vino de la Česká Republika a donde se fue casualmente durante el agosto del maleconazo habanero en busca de algo mejor que aquello que teníamos, o de lo que no, en el verano del 94.
Cosas malas: los desánimos
Y de otras cosas: se busca solución tecnología de punta touchless, un invento del 3000, una lectura mental o extraterrestre que le evite a las mujeres tener que visitar al ginecólogo para los exámenes anuales que a cierta edad son necesarios…


miércoles, 4 de enero de 2012

Y debía


(Tomada de la red)
haber posteado este inicio de año como se suponía que hiciera cualquiera que como yo anda por estos lares pero por pura paranoia-anti-régimen no quise siquiera mencionar el nombre de la Isla este pasado primer día del 2012. Tenía mucho que desear y mucho que pedir. Y no por hacerme la más modesta ni la más pura ni la más humilde, pero no creo necesitar mucho para mí y los míos. Bueno…salud, que eso si en estos leves cuarenta y… ha llegado a molestarme: unos dolorcitos por aquí y otros por allá. Ah! A veces, déjenme decir así como quien no quiere las cosas, pienso en cambiar de casa. No una mejor ni más grande exactamente. Una que tenga lo que, ya después de esta experiencia, disfrutaría un poco más. Un patio o patiecito techado para tomarnos el café en las mañanas aunque llueva y la copita de vino en la tarde noche aunque enfríe (y por qué no, fumarme mi cigarrito de vez en cuando), una que no tenga escaleras ¡ni un solo escalón! Y con un closet más grande en nuestro cuarto.
 (Y yo haciéndome la modesta).
La verdad es que me he sentido un poco rendida. Eso de escribir un post deseando que el 2012 venga así y asao de bueno y venturoso se me hizo talco de bebé. Si yo misma no me lo creo. Mi isla no me repone optimismo ni certezas. Mi esposo, en medio de la festividad y estallido de copas de la noche del 31 nos recordó a todos que mientras nos enwhiscabamos Ivonne Malleza, esa negra cubana con alma de mambí en batalla, estaba encerrada en una celda de castigo y en huelga de hambre. Una cubana que decidió que la libertad y la democracia en su tierra valían más que su propia vida. Y a pesar de que alzamos las copas en un grito de Libertad para Cuba (como unos viejos miameros de la calle 8 en la esquina del Versailles) sentí que en medio del pecho la vergüenza y el odio se me dieron cita y sin majadera melancolía ni ventisca pasada.
Debí haber escrito un post donde dedicara mis deseos de año nuevo a ver mi isla rescatada de la castrodictadura de una vez y por todas, debí haber estampado mi fe de asco y algún estatuto de chispazos anti-bélicos, debí haberles contado a ustedes de aquel sueño donde construíamos un puente-muro, de verdad y de concreto, desde South Beach hasta Varadero y lo cruzábamos bailando y en medio de una añeja comparsa maleconera, debí creer que gritaba como todos los valientes que gritan y son apaleados.
Y ¿por qué no? También debí dejar constancia de mi aspiración augusta de perder estas libras de más y regresar al gimnasio en tanto me lo permita la tal fascitis plantar y también podía contarles que he jurado tener dos y medio ápices de paciencia con mi pequeño de trece años, agasajar nuestro veinte aniversario de novios, y jurar que intentaré amar al prójimo disimulando un tanto algunas ganas de golpearlo.
Pero me han ganado todos. Me vencieron todas las enhorabuenas y los fuegos. Me superaron los otros Blogs, las otras personas, la bola de New York, la otra vida. No he tenido ganas de postear nada, ni de aquello ni de esto. No sé que desearles para este año que ya llegó y en tres días nos puso en línea con los babalaos, los rumores tediosos de muertes deseadas, los albures de Iowa, y los millones de hits en You Tube.
Yo que debía…me quedo así contemplando la gravedad si es posible. Y entonces esto es lo que finalmente les digo…